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3/12/07

ABAMIA: PÉSIMA RECONSTRUCCIÓN



(Foto antigua de la iglesia y otras de cómo se está restaurando. Ver más fotos en la página www.abamia.net)
SANTA EULALIA DE ABAMIA (Corao, Asturias)

Santa Eulalia de Abamia es una iglesia encaramada en el monte, cerca de Corao, Concejo de Cangas de Onís, Asturias.

La conocí hace años y desde entonces no he dejado de visitarla una o más veces cada año.

Se trata de un monumento románico astur, construido posiblemente sobre una capilla o refugio monástico anterior, asentado a su vez en una zona de enterramientos megalíticos de los que quedan algunos restos cerca. Cuenta la tradición que allí fueron enterrados inicialmente el rey Pelayo y su esposa Gaudiosa, en 737 . Se conservan unas laudas sepulcrales de ambos personajes, aunque tal vez no sean las originales. La actual iglesia, hermosa en su austeridad y su aislamiento, de piedra y mampostería, data del siglo XIII. Su portada tiene unos bellos aunque primitivos relieves sobre el martirio de la santa.

Está rodeada de varios tejos impresionantes, árboles que ya por sí solos suponen un auténtico monumento.

LA PRETENDIDA "RESTAURACIÓN"
Pues bien, en 2007, tras años de auténtico abandono, se está acometiendo una restauración por cuenta de la empresa MC Conservación y Restauración, siendo el arquitecto director Javier Arbesú Fajul. Encargada por el Gobierno del Principado de Asturias, y supongo que con alguna intervención de la Diócesis correspondiente.

Los errores que se están cometiendo son de tal magnitud que están moviéndonos a muchos a solicitar que se paralice la obra y se "restaure la restauración" retirando los enfoscados amarillos que tapan piedras y mampostería, los desagües metálicos por la fachada, etc.

ES EL EJEMPLO MÁS CLARO DE CÓMO NO DEBE HACERSE UNA RESTAURACIÓN. Malo era tenerla olvidada, pero acordarse de ella de este modo chapucero ha sido mucho peor.

Parece que ante las protestas de vecinos, amigos, Asociación de Abamia y otros, alguno de los responsable los han tachado de ignorantes, de no entender una restauración "historicista", alegando que se hace tal y como hace siglos se hacía (?) etc.

A mí lo que me parece es que los ignorantes, y además pedantes, gentes de mal gusto, descuidados, vanidosos en vacío, faltos de sensibilidad y restauradores de pacotilla son ellos,
¡a las fotos me remito!

¡Por favor, señores responsables de la Cultura en Asturias, paren este desatino, vuelvan atrás, deshagan lo que se ha hecho (hay métodos técnicos para hacerlo, no digan que no) devuelvan a esta joya asturiana su venerable aspecto, asentados los paramentos, limpios de cuanto los dañe, saneados, pero tal y como estaba en su conjunto! ¡No caigan en la trampa de teorías absurdas! ¡Tengan sentido común!
De sabios es rectificar y de estúpidos "mantenella y no enmendarla"

Va a continuación el artículo que enviaré a periódicos de la zona y también otros artículos y enlaces sobre el asunto. Interesantísimo el del abogado, JUAN F. CASERO LAMBÁS, hombre de muchos conocimientos y posición decidida, que conoce muy bien el tema.

Enlace de la página de Amigos del texu (tejo) http://texu.wordpress.com/2007/10/28/abamia-una-de-fotos/ (con fotos sobre lo que atañe a los castigados tejos que rodean el monumento)

Enlace de la Asociación Cultural de Abamia (me hago socio ya mismo) empeñada durante mucho tiempo en que la Administración se acordase de este rincón único y espantada ahora por haberse acordado de esta manera tan chapucera. Está siendo peor el remedio que la enfermedad.

http://www.abamia.net/ (con fotos asombrosas del desaguisado)

EN DEFENSA DE ABAMIA
A lo mejor sólo soy un visitante. Pero uno que, año tras año, desde 1999, se ha sentado multitud de veces a la sombra de los tejos de Santa Eulalia de Abamia, en Corao, a leer, a escribir, a pensar: algo más que un turista.
Si añadimos que en mi libro “Sin noticias de Gato de Ursaria” (premio Emilio Alarcos, 2004, en Asturias) incluí un poema titulado “A la sombra del tejo de Abamia” en el que manifiesto abiertamente mi amor por ese lugar tan especial, el visitante empieza a ser un asturiano más, si no de nacimiento de adopción. Así me considero.
Este verano de 2007, en mi última visita, la desolación fue total. Estaban destrozando Santa Eulalia de Abamia. Insisto: destrozándola.
En aras de un desafortunado criterio historicista, enfoscan con mortero de color amarillo— como si se tratase de una casa de vecinos— toda la mampostería e incluso las piedras sillares de los contrafuertes; clavan unas bajantes de metal a ambos lados de la portada (¿esto también debe ser como estaba hace siglos, no?) y para colmo, rodean la iglesia con bolas y dados, a modo de banco, de piedra artificial blanca, que nada tienen que ver con el entorno, con los tejos, con el espíritu de aquel rincón maravilloso.
Es de tal calibre la ineptitud de la idea restauradora, que quien la diseña, la contrata y la permite deberían ser objeto de inhabilitación permanente por falta de sentido común, por pretenciosos históricos, por ajenos a la más mínima sensibilidad y por horteras.
No quiero ni pensar qué irán a hacer por dentro —no me dejaron verlo— pero me temo lo peor.
Si alguien duda de lo que estoy diciendo, que visite la página web http://www.abamia.net/ , allí están las fotos del desaguisado, allí puede verse con estupor lo absurdo de una pretenciosa “restauración” que no es más que un flagrante delito contra el buen gusto, contra los siglos que fueron envejeciendo la piedra, la mampostería y su argamasa, y que hubieran necesitado tan sólo una limpieza, algo de asentamiento y poco más.
Aún considerando que alguna vez la iglesia estuviese en parte cubierta de mortero, el tiempo la llevó al descarnamiento con el que la conocíamos y no es cosa de embadurnarla de enfoscado amarillo chillón y tosco.
También la Victoria de Samotracia tuvo cabeza y a nadie se le ocurre reinventarle una de poliéster; también estuvieron coloreados los detalles escultóricos del monasterio de Silos y a nadie se le ha ocurrido volverlos a pintar.
Estos “restauradores” son de la misma especie de los que le cortaron las rodillas a la talla sedente de la Virgen de Atocha para que los ricos devotos pudieran ponerle horrendos y enjoyados trajes de alcuza, y así presumir ante los vecinos o comprar el cielo. Estos indocumentados serían capaces de recubrir con yeso y rexina epoxi las mismísimas pirámides para que se “parecieran” a lo que en su día pudieron ser (por cierto, nadie ha quedado para contárnoslo)
Estamos ante un atentado con antecedentes y, si no se evita, será también un precedente de otros despropósitos de igual catadura.
Puede darse marcha atrás, hay medios técnicos para deshacer lo mal hecho. Debe hacerse.
Invito, desde mi humilde posición de amante foráneo Abamia, a que se comprueben los inadecuados “arreglos” y a que se escriba y se diga donde sea, hasta que quien pueda, paralice este absurdo y haga volver las cosas al cauce que nunca debieron abandonar.

Enrique Gracia Trinidad


MUY INTERESANTE

ARTÍCULO DE JUAN F. CASERO LAMBÁS EN "LA NUEVA ESPAÑA" (30-11-2007(

Santa Eulalia de Abamia, en Corao, está siendo devastada por una intervención administrativa errónea y desafortunada, que puede destruir o alterar de forma irreversible los restos históricos del más venerable monumento románico de la Monarquía astur, construido sobre el anterior sitio donde fue enterrado el rey Pelayo en 737. Sus muros exteriores de sillar de piedra y mampostería del siglo XIII -cubiertos durante siglos por una pátina de musgo y líquenes de conmovedora belleza- han sido ahora revestidos de estuco ocre dorado -como en un vulgar chalé adosado- porque un restaurador al servicio de la diócesis cree innovador devolver al templo una imitación de la que supone fue su carga original hace ocho siglos. En Abamia un enlucido de mortero en color oro, de calidad estética y constructiva muy inferior a la piedra, puede ocultar para siempre el soporte pétreo auténtico del siglo XIII. Es como recubrir Santa María del Naranco o la Catedral de Oviedo de yeso gualda en nombre de una restauración «historicista» -como la de Carcasona en el siglo XIX por Violet-le-Duc-, o restaurar los brazos a la Venus de Milo o a la Victoria de Samotracia, haciendo perecer la obra de arte auténtica, conservada durante siglos. La aberrante restauración de Abamia atenta contra la conciencia histórica de Asturias. Para el gran Cesare Brandi, la restauración es un «momento metodológico de reconocimiento de la obra de arte en su consistencia física y en su doble polaridad estética e histórica». El recubrimiento de Abamia ni es exigido por su conservación física ni es una solución estética. La denominada por Brandi «instancia histórica» exige conservar la obra auténtica, en su estado actual. El artículo 9 de la Carta Internacional para la Conservación y Restauración de Monumentos (Venecia, 1964) establece: «La restauración es un proceso que debe tener un carácter excepcional. Su fin es conservar y poner de relieve los valores formales e históricos del monumento y se funda en el respeto a los elementos antiguos y a las partes auténticas. La restauración debe detenerse allí donde comienzan las hipótesis». La Carta defiende las obras monumentales de los pueblos: «La humanidad (...) las considera patrimonio común y se reconoce responsable de su salvaguardia ante las generaciones futuras. Estima que es su deber transmitirlas en su completa autenticidad». A la devastación exterior de Abamia se suma una excavación arqueológica incompleta e imprudente -por poner en peligro el yacimiento-, en la que se han hallado ladrillos y tejas romanos junto a una estela vadiniense, tres tumbas exteriores del siglo IX datadas hacia 870 por carbono 14 y un conjunto interior de tumbas bajomedievales que es indicio de la existencia de un templo anterior al actual, al que habrían estado adosadas las tumbas en el exterior -según el uso de la época-, como estuvo la del rey Pelayo al inicio, según dice en la relación de su «Viaje» Ambrosio de Morales (1572). La existencia de ese templo y la inhumación sería coherente con la Crónica Albeldense, que afirma la existencia en Abamia en el año 737 de un monasterio benedictino. El marqués de Monsalud identificó Abamia como Abelania, el monasterio en que fue recluido el rey Alfonso II el Casto en una sublevación («Boletín Real Academia Historia», 17 noviembre de 1905). La excavación ha sido acompañada de interpretaciones históricas desenfocadas. El hecho de que las laudes de piedra dedicadas al rey Pelayo y a la reina Gaudiosa no sean originales -hecho ya reconocido antes- ha llevado a un arqueólogo funcionario público a calificar de leyenda o mito el hecho de que Abamia haya sido el primer enterramiento de los reyes, como si una arqueología incompleta fuese la única fuente de la historia. El que las laudes sean posteriores siempre fue interpretado como testimonio tardío de una tradición secular verificada por documentos. La Universidad de La Sorbona acaba de publicar «Los enterramientos de los reyes de León y Castilla hasta Sancho IV», de Raquel Alonso, que afirma la existencia de las tumbas de Pelayo y Gaudiosa en Abamia, teniendo por fuente al obispo Pelayo en el siglo XII: «Et sepultus cum uxore sua, regina Gaudiosa, territorio Cangas in ecclesia sancte Eolalie de Velampnio fuit» («Y fue sepultado con su esposa la reina Gaudiosa, en el territorio de Cangas, en la iglesia de Santa Eulalia de Velamio»). En 1921 Barrau-Dihigo criticó al obispo Pelayo por falsear datos para enaltecer su diócesis, pero Ramón Menéndez Pidal no duda de lo que dice de Abamia, corroborado por el hecho de que en tiempo de Fernando III el Santo (1201-1252), su hijo -quien luego sería Alfonso X el Sabio- trasladó los restos de Abamia a Covadonga, como confirma una donación real en 1270 (Ballesteros Beretta, «Alfonso X el Sabio», Salvat, 1963) y lo atestiguan Tirso de Avilés («Armas y linajes de Asturias y otras antigüedades del Principado», 1580), Yepes («Crónica general de la Orden de San Benito», 1609), Carvallo («Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias», 1695) y Trelles («Asturias ilustrada», 1760). Abamia, antes de ser panteón real, fue una necrópolis megalítica vadiniense, asociada al tejo, como prueban Frassinelli y Soto Cortés en el siglo XIX. Es impropio que en una autodefensa exculpatoria los restauradores desacrediten el bien a restaurar. Sería grave que actuaran de mala fe. En el colmo de la aberración han excavado una zanja de 17 metros de longitud y 40 centímetros de profundidad que ha seccionado parte de las raíces superficiales del tejo acaso milenario al oeste del templo, violando el decreto 145/2001 de 13 de diciembre sobre plan de manejo del tejo, que obliga a promover «la declaración como monumento natural de los árboles o formaciones que por sus características merezcan una protección especial», y exige evitar «la apertura de zanjas u hoyos de cualquier tipo que puedan dañar o cortar las raíces». La evaluación de impacto ambiental es preceptiva. Desde febrero de 2007 la Asociación Cultural «Abamia» intenta evitar la consumación del desastre; ha solicitado el apoyo del profesor Antón Capitel y estudia convocar un congreso. El presidente Areces y el obispo Osoro deben paralizar de forma urgente las obras en la iglesia de Abamia -propiedad de la diócesis-, confeccionar un plan director con creación de un comité científico al máximo nivel en Europa y tramitar su inclusión como patrimonio mundial de la Unesco junto al Prerrománico. El viento de otoño hace gemir a piedras y tejos susurrando «¡noli me tangere!». Como dice Octavio Paz, «las piedras son tiempo». El tiempo de Abamia es el remanso del oscuro origen milenario de Asturias, de la nación hispana y de Europa.
JUAN F. CASERO LAMBÁS



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Enhorabuena a Gracia Trinidad, Premio Alarcos 2004 del que todavía no conocemos su obra, por este magnífico rincón cultural. Abamia es otro rincón para Xanas. La tumba del rey Pelayo es como la del rey Arturo, acaso un enigma historico pero una indiscutibe realidad literaria.Los restauradores apócrifos son en realidad ladrones de tumbas.

Enrique Gracia Trinidad dijo...

Gracias lasxanas (magnífico y evocador nombre)me tenéis a vuestra disposición. Vuestro comentario es también un disparo en la diana. Enrique Gracia Trinidad