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3/7/10

ELOGIO DE LA PEREZA

" Vaca a lo suyo" (foto EGT)
ELOGIO DE LA PEREZA

(Con mis disculpas a los que buscan trabajo y no lo encuentran,
pero es que eso es otro asunto)

Que conste que debo ser uno de los vagos que más trabaja en este país. La verdad es que me doy un asco a mí mismo que no veas.
¿Quién ha dicho que el trabajo dignifica al hombre? Algún cretino o algún aprovechado, sin duda, alguien de los que utilizan la dignidad como beneficio propio a costa del trabajo ajeno.
¿Surge la dignidad de estar un tercio o más de tu vida haciendo algo que la mayoría de las veces no harías si pudieras elegir?
¿Y a qué llamamos dignidad? Si echamos un vistazo al diccionario, las palabras “dignidad”, “digno” y sus derivadas atufan a falsedad y a cuento chino, con perdón de los chinos. Leemos cosas como “gravedad”, “decoro”, “cargo honorífico”, “prebenda arzobispal”… y es como para echase a temblar.
Sobre todo, debería tenerse en cuenta que cada vez que se habla de “indigno” suele entenderse grosero, vil, de baja condición, bellaco, ruin, abyecto, desleal… Pues no señor, eso sí que es una indignidad.
Lo verdaderamente digno es tema bien distinto y nada tiene que ver con la infatuación que se le aplica, suele estar lejos del trabajo, del cargo, de la importancia social, del supuesto precio y más cerca de la autoestima, del valor auténtico.
¿Alguien quiere decirme qué animal trabaja para algo más que comer y casi siempre lo justo? ¿El resto de su vida qué hace? Nada, reposar, contemplar, pasar el rato. Bueno, sí, hay algunos que no paran de “trabajar” para buscar esa comida, siempre al acecho, siempre activos, pero eso es más superviviencia que deseo, más necesidad que gusto. Hay mucha más dignidad en la vaca sentada a la sombra de una encina que en la misma vaca mascando hierba con la cerviz hundida en el pasto.
La holganza y la pereza han sido siempre mal vistas pero es de ahí de donde salen las grandes creaciones de la humanidad. ¿Que luego hay que aplicar esfuerzo para que esas creaciones se materialicen? Vale, pero nacieron casi siempre de la contemplación, de la mirada en reposo, del dolce far niente, aunque en niente siempre sea relativo.
Hay mucho más esfuerzo a veces en la vagancia que en el trabajo, mucha más voluntad y sin duda mucha más creatividad.
Cuando uno se entera de que la palabra trabajo viene del latín tripalium, yugo fabricado con tres maderas para atormentar a los delincuentes, empieza a sospechar que alguien nos ha vendido una moto que no funciona. Si además, en nuestra tradición judeocristiana, el trabajo es considerado un castigo divino, la cosa se pone fea de narices.
Prefiero el esfuerzo al trabajo, la voluntad a la obligación impuesta, la pereza intencionada a la dedicación obligatoria, la ausencia de deseo a la necesidad.
Recuerdo aquella canción de Pablo Carbonell que hablando de un tal Pascual, desheredado currante sin futuro al que todo el mundo insistía cada vez que intentaba hacer algo: “Pascual, Pascual, tu a lo tuyo que es trabajar” y el pobre terminaba diciendo mientras agonizaba: “Trabajar, trabajar…¡ y para quién !
Que sí, que sí, que hay que comer… pero ¿de verdad era necesario trabajar tanto para eso? ¿Es necesario soportar que nos digan encima que el trabajo dignifica? ¿Qué nos pongan a la puñetera hormiga de ejemplo mientras echan pestes de la cigarra?
Si además tenemos en cuenta que el trabajo de la mayoría redunda en beneficio de la minoría es cuando dan ganas de tirarse en la hierba, con la vaca, a la sombra de la misma encina, y decirle al que elogia el trabajo: Pues trabaje usted, hombre, trabaje, y déjeme a mí en paz.
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13 comentarios:

josé rasero dijo...

¿Dónde hay que firmar?

Un saludo!

Anónimo dijo...

Viva ese canto a la pereza y la holganza y a la vida contemplativa que tan increiblemente explicas y que sin lugar a dudas requiere una voluntad y un valor del que todos huimos por aquello de la costumbre y la culpa. Ya va siendo hora de que aprendamos de ese bendito abandono para disfrutar de lo que queremos...
Un gustazo leerte Enrique, tus comentarios son siempre esperados. Gracias. Un abrazo.
Nines

Manuel dijo...

Querido Enrique, anoche, sin ir más lejos, leía a la luz de un Sol que me ilumina, un preciosa fábula de la Cigarra modificada.

Hoy me haces volver a la misma reflexión que aquello me trajo a las manos.

Estoy un pelin harto, a mis cincuentaymuchos, de que el madrugador sea hoombre/mujer de bien y el trasnochador un crápula rayando en la vaguería. A quien madruga dios le ayuda y todas esas cosas que conocemos.

¡Pues no!. Resulta que yo no quiero madrugar, porque mi reloj biológico ha permanecido poco contaminado, por más años que haya tenido que hacerlo. Y me gusta acostarme tarde, y hacer cosas por la noche y odio cuando, a día de hoy, algún compromiso que no he podido mandar a tomar viento, me saca del sueño antes de que mi propia biología me saque.

Si madrugar = trabajar y trasnochar = vicio, me quedo con el vicio por más que trabaje, posiblemente, mucho más que el más madrugador de los hipócritas pasatiemposenlugaresdetrabajo.

Asi que me harás un favor,, querido Enrique. Dile a ese SOL que nos alumbra (a ti mas que a mi, por cercanías), que vaya haciendo las maletas. No olvideís los arcos que tengo una zona de tiro perfecta. Traed los bañadores y algún libro no muy engorroso. Y hacedme el puñetero favor de venir a pasar unos dias a este aFORTUNAdo paraiso en donde el más holgazan de los foráneos pierde frente al más normal del pueblo.

Besos.

Danilac dijo...

Qué de acuerdo estoy con tu artículo, Enrique.
Pero, como siempre hay un pero, tengo un gusanillo royéndome la calabaza, ese Danilac perverso que me dice: Este discurso es una apología de la generación Ni-ni. Esa que ni estudia ni trabaja.
Y no termina de convencerme. Quiero decir que ok, el trabajo es una mierda, pero lo prefiero a ser esa especie de babosa sanguijuela que no ha leído un libro en su vida y que además de depender de sus padres les ignora y maltrata.

Además hay una cosa buena del trabajo, y es que te da dinero. Y con dinero amigo, se hacen muchas cosas buenas para el espíritu.

Enrique Gracia Trinidad (EGT) dijo...

GRacias por vuestros comentarios, amigos.
José, firmamos juntos donde sea.
Nines, qué maja eres.
Manuel, cualquier día estaremos aFORTUNAdos.
Danilac, tienes razón. Pero nuestra pereza, tuya y mía, no tiene nada que ver con los gilipoyas de los Ni-Ni.
Vuestro perezoso aparente.
Enrique

Rosa dijo...

Siempre me he sentido un poco “gusano”, por estar sometida a un horario “indigno” y compartir alguna histeria colectiva, producto de un jefe de los mas “digno”. Situación que he aceptado, como dice Nines, por ese miedo escénico a una vida desconocida. Pero, en este momento me convertiría en una vulgar Dorian Gray y pactaría con el mismo diablo (no el que te piensas, que con ese no hay pacto) para abandonarme al despertar biológico, al aburrimiento mas solaz y a la dura tarea de leer, escribir, bucear y sobre todo, ver a mi gente querida, sin dormirme por las esquinas.
Genial , como todo lo tuyo, este homenaje a la pereza.
Un beso maestro

Julie Sopetrán dijo...

¡Qué maravilla! Esa es la vida que a mi me gusta vivir... Y en cierta forma la vivo en el campo, el abandono en brazos del casi olvido del casi milagro de no desear más de lo que tenemos. Es un placer leerte, amigo, a ver si ya puedo disfrutar de mis vacaciones y me adentro en todas tus historias... Felicitaciones. Besos,

maria cabrera dijo...

Muchas gracias en primer lugar por su comentario en mi blog se lo agradesco muchisimo de corazon!!.. concuerdo con usted que A VECES hablamos como si el trabajo fuera todo en nuestras vidas quien no a pasado por el paradigma de la eficacia y eficiencia que tan renombrado hizo eco en nuestros oidos por decadas. a veces olvidamos que tambien somos hombres de oscio. muy bueno su elogio a la pereza realmente un titulo sin igual .
un gran saludo y un placer leerlo

Emilio Porta dijo...

Paul Lafargue fue yerno de Carlos Marx...y no sólo no estaba de acuerdo con que el trabajo era el ariete que debía empujar al capital para derribarlo y conseguir una sociedad soñada, sino que aborrecía el trabajo como el elemento más alienante de la vida. Su libro más conocido es un maravilloso opúsculo llamado "El derecho a la pereza". Al que no lo conozca le recomiendo su lectura. Igual que el poema sobre la cigarra y su cantar de Enrique. Toda una afirmación liberadora.
Paso información sobre Lafargue. Un tipo inteligente y muy culto por cierto.

Paul Lafargue fue un periodista, médico, teórico político y revolucionario francés. Aunque en un principio su pensamiento se orientó a partir de la obra de Proudhon, el contacto con Karl Marx (del que llegó a ser yerno al casarse con su segunda hija, Laura) acabó siendo determinante. en la evolución de su pensamiento. Su obra más conocida es "El derecho a la pereza" en la que afirma que el trabajo obligado es siempre alienante y nunca puede ser una fuerza de liberación del Hombre. Nacido en Santiago de Cuba, en 1842, en una familia franco-caribeña, Lafargue pasó la mayor parte de su vida en Francia, aunque también tuvo periodos ocasionales de estancia en Inglaterra y España. A la edad de 69 años, Laura y Paul Lafargue se suicidaron juntos, llevando a cabo lo que, desde hacía tiempo, tenían planeado con absoluta convicción y serenidad.

JFBenedi dijo...

La verdad es que, después de leer tu elogio de la pereza, dan ganas de no hacer nada.
Muy buena visión, me voy a descansar.

Beatriz Barón dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Airunac dijo...

No es PAblo Carbonell!!! És Joaquin Carbonell! Además, él solo la musicó, la escribió Labordeta!

Enrique Gracia Trinidad (EGT) dijo...

Tiene toda la razón Aurinac. Es Joaquín Carbonell y no Pablo. De lo que no tenía ni idea es de que la hubiera escrito Labordeta, y mira que creía que conocía toda la obra de tan querido autor. Siempre se aprende algo ¡y lo que nos quedará por aprender!
Gracias, amigo Aurinac.