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7/7/17

CARTA A UN INDEPENDENTISTA SOBRE LOS SENTIMIENTOS

CARTA A UN INDEPENDENTISTA SOBRE LOS SENTIMIENTOS

Que sí, que sí; que ya sé que su sentimiento es muy importante y que el que no lo tenga no puede entenderlo y todo eso. Si ya lo sé. Tampoco usted puede explicarlo satisfactoriamente ¿verdad? Claro, porque los sentimientos no se pueden esclarecer, no pertenecen al mundo reflexivo ni derivan de la evaluación consciente sino de estímulos básicos y a veces incontrolables. Son la pura rebeldía de la razón, el romanticismo galopante y primario.

Su emoción ha surgido de un cierto entorno, de un ambiente de consignas e ideas muy básicas —por cierto, igual que las emociones de los que esgrimen sentimientos diametralmente contrarios a los suyos—. Y ambas no se han parado a consideraciones de fondo, son pura piel agitada por discursos, consignas, datos manipulados por un lado u otro, manejos estadísticos y florituras de ideólogos que lo único que no tienen —mira por dónde— son sentimientos sino malsanas ideas para medrar a costa de tirios y troyanos.

Pero no es sólo con sus sentimientos independentistas, no, amigo, no; ocurre con el amor enturbiado por el deseo cuya línea de ataque es el enamoramiento visceral y en el que lo normal es que nos engañemos, sucede en las religiones donde la creencia se impone a cualquier tipo de razonamiento, lo vemos en las guerras donde los ideales irreflexivos son estimulados de modo miserable por los que las organizan para su propio beneficio.
    
Si en cierta medida desaparecieran los agentes que estimulan esa ofuscación tan humana que llamamos sentimiento, es decir, los personajes que controlan las religiones, los tipos que manejan la política, la información o la economía; si pudiésemos desarticular sus artimañas, la manipulación no sería nuestro alimento cotidiano. Podríamos sustituirlos por buenos maestros que nos enseñasen a considerar con calma, a ponderar pros y contras, a no pensar con las tripas, a evaluar con criterio, a no razonar diciendo aquello de "sí porque sí" o lo de "porque lo siento y se acabó".

Con el sentimiento esgrimido como bandera, es frecuente que lleguen al final los batacazos, y que luego nos justifiquemos echando la culpa al quien sea —torpes de nosotros— porque nos empeñamos en hacer dejación de nuestro intelecto hasta cuando ha pasado la furia emocional y nos topamos con la pura y cabezona realidad: "Defendella y no enmendalla" escribió Guillen de Castro, que por cierto era valenciano.

Como proliferan noticias del independentismo catalán y asoman otras de vascos, gallegos, murcianos, leoneses y hasta de los del pueblo de al lado, me preocupa que, siendo todos seres de buen raciocinio e inteligencia despierta en otros aspectos de su vida, se dejan llevar por lo que llaman "el sentimiento", sin pararse a considerar que alguien está muy interesado en moverles a la emoción para castrarles el pensamiento que es donde radica la verdadera independencia.
Y dirán que no, que su sentimiento está justificado, sobre todo porque a posteriori puede uno justificar lo que sea con tal de no tomarse el tiempo de analizarlo antes y cuestionar las oscuras intenciones de los que nos venden su milonga para que no pensemos, que ya piensan ellos por nosotros.
Ya le digo, compañero de viaje, tan irreflexiva, patriotera y casposa es la "una, grande y libre" España franquista o monárquica de unos como la "república independent de Catalunya" de otros: Manipuladores cantos de sirenas para que al final nos demos de trompicones contra los arrecifes mientras ellos, en la orilla, cuentan sus beneficios.    

Enrique Gracia Trinidad