Emilio Porta acaba de publicar su libro de poesía “Tomo secreto”. Hace muchos años que sus admiradores esperábamos ver este libro en letra de imprenta.
No se trata de un libro temático, ¿para qué diablos tiene que ser temático un libro de poesía cuando no quiera serlo? Tampoco es un libro unitario porque hay muchos poemas en él que podrían no estar y muchos otros que sabemos que el autor ha escrito con igual tono y no aparecen.
Es, como todo buen libro de poesía que se precie, un libro de pensamiento —sin pensamiento la poesía suele convertirse en juego pirotécnico—, un libro de síntesis en el que cada poema, cada frase, a veces cada palabra, lleva detrás un buen montón de sugerencias, ideas, largas conversaciones, maduros silencios, historia vivida o inventada, que tanto da.
Emilio Porta eleva —y esto no es una frase hecha— lo personal a la categoría de colectivo y, sobre todo, sensu contrario, lo general al nivel exacto del individuo, a su aspecto más íntimo.
Aquí se diluyen las fronteras de los géneros. La poesía se acerca a la cotidiana prosa, el verso se hace expresión complicadamente sencilla, artificiosamente natural; cualquier idea muy elaborada del autor —hombre de pensamiento donde los haya— es manifestada en su esencia, en una imagen sutil y aparentemente ligera. Que nadie se engañe: el más sencillo comentario puede ser en Porta una carga de profundidad, de hecho casi siempre es así.
Algunos normalmente hemos preferido la filosofía que no lo parece, la imagen ajena a los retorcimientos retóricos, la sencillez al rebuscamiento. Bien, pues es el caso: Un altísimo trabajo de pensador en la armoniosa y suave arqueta de la palabra cercana. Poesía con el artificio justo para volar bien alto, revestida de los mínimos adornos imprescindibles para que nadie con dos dedos de frente se quede fuera.
Otra cosa es que cada vez queden menos lectores con esos dos dedos de frente y alguien suponga que a este "Tomo secreto" le falta o le sobra algo. Ni una cosa ni otra: la justa medida y la concisión son virtudes que Emilio Porta —hombre de largo y razonado discurso oral— nos regala a sus lectores. Muy distinto es que el secretismo que su propio nombre anuncia conlleve los juegos metafísicos que esconde toda buena poesía. El maestro Antonio Machado siempre hablaba de esto y no en vano Porta resulta a veces un certero epígono del poeta andaluz reciclado en Castilla y de ese otro maestro del secreto poético a voces que se llamó Fernando Pessoa.
Es oportuno señalar también que la edición, como todas a las que nos tiene acostumbrados Sial Ediciones, en su colección Fugger Poesía, es un bello trabajo de diseño y maquetación. El retrato, en portada, de Erasmo de Rotterdam, por Hans Holbein el Joven, no solamente es de una serenidad muy oportuna y de una rara belleza pictórica, sino que le va a este libro como anillo al dedo.
Continente y contenido se dan la mano en esta publicación que merece ser libro de cabecera ya para siempre.
No se trata de un libro temático, ¿para qué diablos tiene que ser temático un libro de poesía cuando no quiera serlo? Tampoco es un libro unitario porque hay muchos poemas en él que podrían no estar y muchos otros que sabemos que el autor ha escrito con igual tono y no aparecen.
Es, como todo buen libro de poesía que se precie, un libro de pensamiento —sin pensamiento la poesía suele convertirse en juego pirotécnico—, un libro de síntesis en el que cada poema, cada frase, a veces cada palabra, lleva detrás un buen montón de sugerencias, ideas, largas conversaciones, maduros silencios, historia vivida o inventada, que tanto da.
Emilio Porta eleva —y esto no es una frase hecha— lo personal a la categoría de colectivo y, sobre todo, sensu contrario, lo general al nivel exacto del individuo, a su aspecto más íntimo.
Aquí se diluyen las fronteras de los géneros. La poesía se acerca a la cotidiana prosa, el verso se hace expresión complicadamente sencilla, artificiosamente natural; cualquier idea muy elaborada del autor —hombre de pensamiento donde los haya— es manifestada en su esencia, en una imagen sutil y aparentemente ligera. Que nadie se engañe: el más sencillo comentario puede ser en Porta una carga de profundidad, de hecho casi siempre es así.
Algunos normalmente hemos preferido la filosofía que no lo parece, la imagen ajena a los retorcimientos retóricos, la sencillez al rebuscamiento. Bien, pues es el caso: Un altísimo trabajo de pensador en la armoniosa y suave arqueta de la palabra cercana. Poesía con el artificio justo para volar bien alto, revestida de los mínimos adornos imprescindibles para que nadie con dos dedos de frente se quede fuera.
Otra cosa es que cada vez queden menos lectores con esos dos dedos de frente y alguien suponga que a este "Tomo secreto" le falta o le sobra algo. Ni una cosa ni otra: la justa medida y la concisión son virtudes que Emilio Porta —hombre de largo y razonado discurso oral— nos regala a sus lectores. Muy distinto es que el secretismo que su propio nombre anuncia conlleve los juegos metafísicos que esconde toda buena poesía. El maestro Antonio Machado siempre hablaba de esto y no en vano Porta resulta a veces un certero epígono del poeta andaluz reciclado en Castilla y de ese otro maestro del secreto poético a voces que se llamó Fernando Pessoa.
Es oportuno señalar también que la edición, como todas a las que nos tiene acostumbrados Sial Ediciones, en su colección Fugger Poesía, es un bello trabajo de diseño y maquetación. El retrato, en portada, de Erasmo de Rotterdam, por Hans Holbein el Joven, no solamente es de una serenidad muy oportuna y de una rara belleza pictórica, sino que le va a este libro como anillo al dedo.
Continente y contenido se dan la mano en esta publicación que merece ser libro de cabecera ya para siempre.
Enrique Gracia Trinidad
El libro "Tomo secreto", de Emilio Porta, se presentará en Madrid, el próximo 13 de octubre de 2008, a las 20,00, en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, Calle Leganitos, 10, 1º. Participarán, con el autor, Soledad Serrano, Jaime Alejandre y Basilio Rodríguez Cañada.
Emilio Porta
5 comentarios:
Yo sabía que por personas y escritores como tu merecía la pena ser lector.
Pero ahora se que por personas y críticos como tu merece la pena ser escritor.
Después de tantos años, Tomo Secreto asoma a la vida real por el mejor pórtico, tu comentario. Tu voz y tu palabra, Enrique, esta vez tan pronta e inesperada, tiene un valor especial. Por su ámbito. Y porque es tuya.
Yo sólo puedo devolverte todo el cariño y la amistad que lanzas. Y las palabras que tenga y pueda tener para quien, tu lo sabes, considero, sin ambajes, el mejor.
Que Soledad y tu compartais conmigo el alumbramiento de este libro, cuyos poemas se leyeron por vez primera entre las cálidas paredes de una casa que mira al jardin por una ventana que separa el cielo de los libros, es una enorme alegría y un honor.
Esta pequeña afirmación personal, nódulo de existencia, que es la publicación de algo nuestro, adquiere otro valor cuando aparecen reflejos como el que la reseña de tu blog incorpora.
Ahora Tomo Secreto está más al alcance incluso de mi mismo.
Un fuerte abrazo.
Emilio.
Aguardamos su lectura con impaciencia. Siempre es un placer conversar con Emilio, con esa elegancia reposada, con su fino humor, adornado de inteligencia por todas partes.
Desconocía a este autor y es una buena pista la que nos das para adentrarnos en su obra.
Gracias, pues.
Un abrazo,
Víktor
Háganme caso, leer a Emilio Porta es como darle la espalda a la mala literatura. Este escritor es un ensayista sin complejos que se vale de innumerables recursos, géneros y subgéneros para acabar diciendo lo que piensa. Y lo que piensa no es poca cosa, como un suave eco que se te queda a vivir unos días en la memoria.
Aprovecho, Enrique, para felicitarte por la medalla de honor que te han concedido la asociación de escritores venezolanos. Enrique Viloria debe entender de poesía.
Abrazos,
Aarón
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