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31/7/08

CASTELLANO Y CATALÁN 2

Estoy de acuerdo con mi joven y buen amigo catalán, el poeta Rafael Benegas, en el comentario que hace a una anterior entrada de este blog titulada “Castellano y catalán”.
Afortunadamente él no tiene problemas ahora y ojalá no los tenga nunca.
Tiene razón cuando da a entender que de Cataluña (como de Madrid y otros lugares) se dicen muchas cosas, no siempre producto de la reflexión o la buena información.
En todo caso, mi repulsa, creo haberlo dicho claro en esa entrada anterior (“Castellano y Catalán”), va sólo para los politicastros, personajillos, miserables extremistas que utilizan las lenguas y lo que sea como vehículo de su ambición y argumentan sus ideas desde el púlpito de su intolerancia, su ignorancia y el engaño al que nos quieren llevar.
Si algún catalanoparlante o castellanohablante o bilingüe (creo que todos los catalanes lo son de momento) de a pie, normal, razonable y no sectario, se siente ofendido, le pido disculpas, porque no es a él a quien quiero ofender.
A los otros sí, a esos que digo, sí quiero ofenderlos porque esos sí son mala gente. Y ojalá pudiera insultarlos en su lengua "materna" para que quedase más claro. También a la mala gente de mi propia lengua castellana, a las cadenas sectarias de televisión, a los periodistas partidistas, a los políticos retrógrados, a los empecinados en excluir y no en aunar, también a esos quiero ofenderlos, despreciarlos y, si es posible, hacer que regresen a la catacumba de la que nunca debieran haber salido.
Desprecio a esos politiquillos... a esos tendenciosos manipuladores... "¡Ah, villanos con poder!" que diría el capitán Álvaro de Ataide al Alcalde de Zalamea, aunque fuera él un imbécil y don Pedro Crespo un tipo con un par. En aquella ocasión la frase del malo de la historia sirve para esta aunque no en el mismo sentido de prepotencia, ya que utilizo “villano” no como el tal capitán lo dice, insultando la sencillez del hombre de aldea que era Crespo, ni como menosprecio del habitante rural de una villa —villa es Madrid y así yo soy villano también— sino como “ruin, indigno e indecoroso”, acepciones que igualmente aplica en diccionario.
Pero, volviendo al asunto, insisto en que resulta perverso que cualquier lengua quiera imponerse a otra. Las lenguas están hechas para entendernos y no para lo contrario.
Cualquier catalán que no sea cerril (la gran mayoría) y cualquier habitante del resto de España que no sea un imbécil (supongo que también la mayoría) sabe que hay que proteger la lengua catalana para que no se debilite o se pierda, para que crezca, como siempre lo hizo, en su magnífica literatura y en su riqueza expresiva —menospreciar cualquier lenguaje es menospreciar la vida—, pero también sabe que perder o empobrecer el castellano, en un territorio bilingüe como Cataluña, es malo para la propia Cataluña y un desastre cultural para nuestros descendientes.

Que el castellano haya llegado a ser una de las lenguas más habladas del planeta no es cosa baladí. Que haya conseguido una gran altura literaria y expresiva, contando con las variantes americanas y los añadidos de otras lenguas, es algo innegable y, a estas alturas, imparable.
Si esta lengua creció al amparo de criterios imperiales, dominadores o impositivos, no es cosa que ahora deba importarnos tanto. También el latín, origen —huelga decirlo—, del catalán y del castellano, se impuso por la conquista y la fuerza de las armas y no por eso habría que despreciarlo. Es más, qué útil hubiera sido mantenerlo como lengua internacional en la que Europa hubiera podido entenderse —lo hizo en tiempos— de manera más “civilizada”.

No se trata de que el castellano pueda estar en peligro si en algún territorio se deja de lado; los que estarían en peligro serían los que lo hablasen o leyesen poco o mal porque perderían un formidable vehículo de cultura y expresión.
Fomentar el uso exclusivo del catalán, proscribiendo el castellano —de esto sí hay bastantes ejemplos en documentos, cartelería, impresos, alguna reglamentación laboral, parte del sistema educativo, etc.— puede llegar a ser de una injusticia y estupidez tremenda para una población absolutamente bilingüe que puede y debe beneficiarse de ambas lenguas, cuidándolas por igual.


Queridos amigos, mi defensa de mi lengua castellana jamás va a excluir la defensa —que asumo como propia— de las otras lenguas de los distintos territorios de España.
La cordialidad inteligente debería ser la única regla del asunto. Que a usted le hablan en catalán y sabe contestar, pues ya está: en catalán. Que usted no sabe catalán, pues lo indica amablemente y listo: en castellano. Que usted va por la carretera y se ha perdido, pues no importa: los carteles en las dos lenguas y a orientarse. Que alguien quiere manifestarse en una de las dos lenguas en cualquier instancia oficial, juicio, parlamento, etc. y hay algunos que no lo entienden, pues para eso están las traducciones simultáneas, los impresos bilingües y la lógica del buen entendimiento...Y se acabó la historia.
Quien menosprecie el catalán y quiera imponer el castellano es un cretino; quien quiera exactamente lo contrario es otro cretino.
¡Anda que no tenemos cosas más perentorias de las que ocuparnos! ¡por ejemplo en cómo llegar a fin de mes!
Enrique Gracia Trinidad

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola a todos:

El texto de Enrique había que escribirlo. Las respuestas han sido todas interesantes, sin duda. Sin embargo yo quisiera añadir una tercera o cuarta vía.

Tanto el Catalán como el Castellano son lenguas de españoles. Ahora ando por tierras del norte de Navarra y aprendo diariamente el hermoso manejo del Euskera. Quien se enfrente a alguna de esas lenguas excluyendo el resto es, sencillamente, un imbécil y, lo que es peor, un facha trasnochado. Es más, las lenguas de nuestra nación deberían ser, al menos, mostradas en todos los colegios públicos del territorio. El Estado y las Autonomías son, hoy por hoy, responsables de la unidad real de todos los ciudadanos hablen en lalengua que hablen. Una España unida es una España que se acepta, que se improvisa, que se entiende, enriquece y prospera con toda su diversidad cultural y económica. Lo demás son sólo pantomimas de los NeoCón.

Estoy tan harto de los de la Castilla ancha como de los que en el fondo quieren independizar su propio bloque de vecinos del resto del barrio.

Este país es precioso y ningún imbécil es capaz, por sí mismo, se impedir que nos demos cuenta.

Gracias, Enrique, por tu extraordinaria lucidez.

Aarón García Peña

Sintagma in Blue dijo...

Pero es un buen tema para "tapar" la crisis económica (ah, no, que se llama "desaceleración").

besos