Señora Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad de Madrid:
Hace días hablaba yo con un amigo suyo y mío, hombre importante en su partido (tengo amigos de todos los colores)
— Estoy preparando una caricatura de la Aguirre —le dije— para ponerla en mi blog”.
— ¡Hombre... no te metas con Esperanza, no seas malo!” —. Sonreía mientras me contestaba.
Como tengo mucho aprecio por mi amigo, no voy a “meterme” con usted, al menos no como quisiera, pero sí tengo que contarle un par de cosas porque si no, reviento.
Verá, tengo otro amigo —este muy de izquierdas— que se acaba de tirar tres días con sus noches en una camilla de urgencias del Hospital de la Paz, en medio de un pasillo.
Entró con fiebre muy alta y sin defensas así que, mientras sabían qué le ocurría, le tuvieron allí, en un pasillo, la mar de cómodo, con gente accidentada, carreras, sin nada que hacer más que crecer en angustia. A su esposa tardaron los tres mismos días en darle una explicación más o menos convincente y yendo de la sala de espera a su trabajo, de allí a la sala de espera: horas y más horas de incertidumbre, mala atención e incomodidad absoluta. Sólo después de esos tres días le subieron a una habitación, gracias a que intervino un médico del hospital, amigo de la familia, si no todavía estaba haciendo pasillo.
Está mejor, gracias, parece que no era tan grave. ¡Si llega a serlo...!
Hace días hablaba yo con un amigo suyo y mío, hombre importante en su partido (tengo amigos de todos los colores)
— Estoy preparando una caricatura de la Aguirre —le dije— para ponerla en mi blog”.
— ¡Hombre... no te metas con Esperanza, no seas malo!” —. Sonreía mientras me contestaba.
Como tengo mucho aprecio por mi amigo, no voy a “meterme” con usted, al menos no como quisiera, pero sí tengo que contarle un par de cosas porque si no, reviento.
Verá, tengo otro amigo —este muy de izquierdas— que se acaba de tirar tres días con sus noches en una camilla de urgencias del Hospital de la Paz, en medio de un pasillo.
Entró con fiebre muy alta y sin defensas así que, mientras sabían qué le ocurría, le tuvieron allí, en un pasillo, la mar de cómodo, con gente accidentada, carreras, sin nada que hacer más que crecer en angustia. A su esposa tardaron los tres mismos días en darle una explicación más o menos convincente y yendo de la sala de espera a su trabajo, de allí a la sala de espera: horas y más horas de incertidumbre, mala atención e incomodidad absoluta. Sólo después de esos tres días le subieron a una habitación, gracias a que intervino un médico del hospital, amigo de la familia, si no todavía estaba haciendo pasillo.
Está mejor, gracias, parece que no era tan grave. ¡Si llega a serlo...!
El otro asunto: A mi hija Carolina, que no es exactamente mi hija pero como si lo fuera porque soy su PP —esto no es un juego de palabras con su partido político, porque en realidad soy su pater putativo—, le hicieron en abril un escáner cerebral y un TAC para controlarla; es ciega, paralítica cerebral y tiene focos convulsivos activos que ya le provocaron un par de paros cardiacos. Pues bien, las pruebas en abril y la cita con el neurólogo para ver resultados y tratamiento ¡en noviembre! A ver si, con un poco de suerte, en estos siete meses no hay novedades.
No le pongo más ejemplos —que tengo muchos y también de primera mano— porque he dicho que eran un par de asuntos y no quiero abrumarla.
Eso sí, tengo que preguntarle: ¿No debería usted haber dimitido? ¡Ah, no! Que dijo que dimitiría si la gente tardaba más de treinta días en ser operada. Ya, ya, y además están las trampillas: Que si es a partir de la última prueba preoperatoria y no de la decisión, que si es para unas operaciones y no para otras...
Mire, a usted se le puede llenar la boca de decir lo que quiera pero la gestión sanitaria en Madrid va de mal en peor. Tal vez la culpa sea del Ministerio pero como la que no para de cantar nuestras excelencias sanitarias es usted, pues a usted se lo digo.
O se está desatendiendo la sanidad pública para desprestigiarla y dar más cancha a la privada, o no hay profesionales suficientes, o nos mienten descaradamente, o usted tiene más cara que espalda; tal vez todo al mismo tiempo.
No lo sé, pero tres días en un pasillo de urgencias del que sólo se sale por enchufe, y siete meses a la espera de que un neurólogo decida sobre unas pruebas en alguien muy delicado de salud, son como para que cuando usted vuelva a hablar de sanidad se le caiga la cara de vergüenza, que sé que no se le caerá.
Yo sé por qué no se le cae, ¿lo sabe usted?
Nunca suyo
Enrique Gracia Trinidad