En estas, encontré por ahí rodando, un pequeño artículo en el periódico gratuito “metro”, de febrero de este año, firmado por S. Gómez. Se titula “Los ricos ignoran al fisco”
Dice así:
“Los españoles, cuanto más ricos, más olvidadizos. Esta es la conclusión a la que llega un informe elaborado por los técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) en el que se afirma que alrededor del 86% de las fortunas españolas con bienes superiores a los 10 millones de euros elude sus obligaciones fiscales al no declarar el Impuesto Sobre Patrimonio —el que graba los bienes económicos—. El porcentaje desciende al 45% en aquellos que poseen entre uno y 10 millones, y baja al 18% entre los que no llegan al millón.
Los bienes relacionados con el capital inmobiliario son los que producen mayores bolsas de evasión fiscal, seguidos de los seguros, coches, joyas y pieles. Según los técnicos de Hacienda, el fraude en España ronda aproximadamente el 23% del PIB.”
Junto al artículo se destacaban, bajo el título de “Ricos, famosos y enfrentados a Hacienda”, las siguientes entradas:
“Arantxa Sánchez Vicario. La tenista residía oficialmente en Andorra hasta que Hacienda demostró lo contrario. Se libró de declarar cerca de 900 millones de las antiguas pesetas.”
“Luis Enrique. El ex futbolista del Real Madrid y FC Barcelona ingresó en un banco suizo su fortuna. Hacienda le abrió un expediente por no declarar aproximadamente 600.000 euros.”
Valgan como ejemplo de muchos más.
A propósito de todo esto se me ocurren algunas consideraciones:
No es nada nuevo, la gente de la calle sabe o intuye esto desde siempre.
Cuanto mayor es una fortuna, más alta suele ser la desvergüenza del afortunado.
Hacienda, al contrario del antiguo slogan, “no somos todos”; somos, fundamentalmente los ciudadanos de a pie. Los más hacendados (irónica la palabreja desde este punto de vista) se libran en gran parte de los impuestos con una impunidad criminal de la que son cómplices quienes debieran fiscalizarlos.
Sobre el ejemplo sangrante de Arantxa Sánchez Vicario, recuerdo que cuando le dieron el Premio Príncipe de Asturias del Deporte en 1998, yo puse el grito en el cielo porque era muy sabido por todos que su fortuna estaba fuera de España para escaquear el pago de impuestos. ¿Cómo era posible que le dieran un premio oficial, con cargo a todos nosotros, a los que defraudaba descaradamente? ¡Pues lo hicieron! ¡Y con el parabién de la mismísima Casa Real! Insisto: cómplices les guste o no. Claro que habría que ver la situación fiscal de la Casa Real y de otros prebostes del país y a lo mejor nos llevábamos un susto.
Como en 1998 yo trabajaba aún para el mundo del tenis, mis manifestaciones no fueron muy populares, pero siempre me ha interesado más acercarme a la verdad que rondar la conveniencia.
Los dos ejemplos de la tenista y el futbolista son una mínima muestra del gran basurero que es la corrupción española. La de otros países también pero a cada uno le duele más lo suyo.
Todos esos que ganan fortunas astronómicas dirán que como Hacienda se lleva mucho, hacen lo que pueden para evitar la sangría... No digo que no, pero sin duda es mucho peor lo que Hacienda arranca (directa o indirectamente) a los que tienen un pequeño sueldo, una hipoteca milenaria y más problemas económicos de los que quiere dejar ver esta aparente sociedad del bienestar ahora en crisis pero... ¡ya saldremos! (añado que, como siempre, unos saldrán mejor que otros ¿no?)
Y lo peor de todo es que estos disparates no se airean mucho porque desde el más alto al más bajo a todos les interesa que cuanto menos se sepa, mejor.
Es como en caso de los parlamentarios, munícipes y similares especímenes: Cuando se suben el sueldo o los complementos, todos andan más o menos de acuerdo o protestan con la boca pequeña; no vaya a ser que denunciando al otro, el otro le saque también los trapos sucios.
Y aunque “en todos los sitios cuecen habas”, parémonos a observar que el fraude fiscal en España esta entre los mayores de Europa... ¡Que cosas! en casi todo lo malo andamos a la cabeza y en muy pocas cosas buenas nos pasa lo mismo.