Dibujo (EGT) improvisado durante la reunión de un jurado ¡en un premio de los legales! aprovechando la conocida frase de que "un jurado es un grupo de personas que se reunen para fallar... ¡y fallan!"
¡Ay, ay, ay! ¡Esto de los premios de poesía! ¡Mira que tiene costras el asunto!
Me preguntan muchas veces mis amigos poetas más jóvenes lo que opino de los premios, si merece la pena presentarse, si no están todos dados...
Casi siempre les contesto lo mismo: Unos sí y otros no.
En España hay multitud de premios, tal vez demasiados. Sobran todos aquellos cuya calidad del jurado es cuestionable con lo que el resultado es, como poco, dudoso; sobran los que se crean para repartir entre amigos o allegados; sobran los que desprecian a los autores premiándolos con una publicación vulgar, sin criterio y sin distribución; sobran, por supuesto, los que convocatoria tras convocatoria han sido dados al grupo de próximos de una editorial, una tendencia ideológica, un estilo concreto.
No sobran pero se quedan cortos bastantes los organizados sólo para estudiantes de una facultad, vecinos de un distrito o una población, profesionales de algo, etc., porque nacen alicortados en su carácter sectorial. Igualmente me parece que pierden categoría —alguien protestará pero no creo que pueda rebatirme el argumento— los que se conceden sólo para mujeres. Cierto es que a veces se necesita discriminación positiva, pero a estas alturas, cuando tantas mujeres ganan premios abiertos para todos los autores, acceder a uno creado sólo para ellas es sin duda de menor calado.
No sobran pero son al menos cuestionables algunos de los que constituyen pago de la deuda que la sociedad tiene con los poetas. Me refiero a esas riadas de premios que de vez en cuando se conceden a un autor, pagando en su persona la desidia habitual de los responsables políticos de la cultura. Recuerdo ahora —y mira que lo quise y lo admiré siempre— cómo en los últimos años de su vida le dieron a José Hierro todos los galardones, homenajes y títulos habidos y por haber... No es que no los mereciese, es que parecía que no había ni un sólo poeta más en España. Esta dicho: pagaron en su persona la permanente deuda social contraída con la poesía. Por cierto, ahora le está tocando la china a Gamoneda que lleva un camino parecido. Ambos son de los poetas más brillantes que ha dado la segunda mitad del siglo XX y un poco del XXI pero todos sabemos cuántos otros grandes se van quedando en el olvido por esa manía más o menos oficial de poner a uno en el candelero y no parar de palmear en su espalda el resto de las espaldas.
Y ya puestos, sobran muchos premios que se cuecen en los pucheros de las gentes cercanas al poder cultural, se llame Ministerio, Instituto Cervantes o lo que sea, que se otorgan muchas veces con criterios más que dudosos (hablo de nacionales, crítica, traducción, etc.)
Todos estos, no sobrarían si se eliminasen defectos de forma, selecciones parciales, corruptelas miserables y criterios ajenos al arte poético. Pero mientras no se eliminen estos “accidentes”, sobran.
¿Qué nos queda? Pues todos aquellos premios de buena voluntad, que son muchos, y que permiten a autores noveles, e incluso a muchos veteranos, ir sacando sus textos poco a poco.
Lo difícil es saber cuáles son esos premios limpios: será cuestión de equivocarse a veces, como lo hice yo en el pasado presentándome a alguno, muy famoso por cierto, que me devolvió los originales sin abrir. De los errores se aprende.
Y eso sí, a mis jóvenes amigos siempre les repito que un premio es una lotería, lo más normal es que no te toque. Más vale escribir lo que tengas que escribir y hacerlo lo mejor posible, sin tener en cuenta para nada lo de los premios. Si luego te presentas y sale ¡pues mira qué bien! y si no ¡pues da igual!
TRAIGO AQUÍ UNO DE LOS CAPÍTULOS DEL PRÓLOGO QUE RALICÉ PARA MI LIBRO CONTRAFÁBULA (Poesía reunida, 1972-2004) QUE TRATA DE LOS PREMIOS.
LO QUE DIJE ENTONCES SIGUE VALIENDO AHORA.
[...]
EN CONTRA Y A FAVOR DE LOS PREMIOS
Dirás, amable lector, que cómo voy a hablar contra los premios si la mayoría de mis publicaciones existen gracias a ellos. Hablaré en contra y a favor por eso, porque los conozco bien.
He tenido la mala o la buena suerte, según se mire, de verme obligado a presentarme a concursos para poder publicar. Digo mala suerte, porque cuantas veces pretendí —pocas— llevar mis libros a algún editor, no obtuve, hasta ahora, más que amables negativas o silencio. Digo buena, porque tener que presentarse a premios supone el esfuerzo añadido de la competitividad, obliga a una fuerte autocrítica y a depurar, en lo posible, cuanto escribes. Si te lo ponen más fácil, no siempre se produce ese trabajo añadido.
Me hubiera gustado publicar de forma más ordinaria y no tener que estar “examinándome” siempre ante distintos expertos seleccionadores y los posteriores expertos jurados. En todo caso, vaya mi respeto por quienes me premiaron y por quienes no lo hicieron, tal vez ambos se equivocaron un poco
Es cierto cuanto se dice sobre algunos premios: están, o estuvieron alguna vez, desacreditados por haber sido concedidos con malas artes. Amiguismos, compromisos y peores desvergüenzas han hecho desconfiar a muchos autores. Pero no siempre es así. He participado en jurados y sé que casi siempre esa tarea es honrada, difícil, ingrata y comprometida.
Suelo decir, en broma, que no todos los premios son corruptos, también los hay honrados porque si no jamás me hubieran concedido alguno a mí. No debe caerse en ridículas vanidades: lo normal de un premio es que no te lo den. Siempre habrá un autor que lo haga mejor o que presente un texto más del gusto del jurado; a veces uno de los libros encuentra en el jurado un valedor más vehemente; incluso, en ocasiones, el premio necesita un barniz de calidad y —aunque esto tenga mucho de trampa— se prefiere “inter pares” un nombre conocido para premiar, más allá de la simple valoración de la obra. Las variantes son muchas y además siempre influye el azar. Estos y otros muchos factores, unos lógicos y otros perversos, hacen tortuoso el camino de los premios.
Lo que sí resulta intolerable es que, a veces, haber ganado premios, sea para algunos autores, editores, etc. poco menos que un dato negativo del autor en cuestión. ¿Es más valorable el poeta al que han publicado uno o varios libros en ediciones “de prestigio” por buenos contactos, amistad, apoyo de algún grupo mediático o criterio exclusivo del responsable de una colección? ¿Garantiza calidad un buen lanzamiento publicitario? ¿Que el autor no sepa o no quiera moverse en los círculos adecuados; que no esté relacionado, por una u otra causa, con los sectores oportunos — crítica, medios, universidades, líneas editoriales— lo descalifica como escritor? Cuando, por ejemplo, un periodista escribe un libro y sus colegas, por compañerismo, le llevan a todos los medios, consiguiendo que se venda más ¿es mejor por eso?
Vienen a cuento las manifestaciones del profesor emérito de la Universidad Paul Valery, en Montpellier, Edmon Cros, hechas en julio del 2002, en la Universidad Menéndez Pelayo, de Santander: “Los soportes mediáticos han hecho proliferar la producción literaria comercial, por lo que la literatura actual se encuentra totalmente sometida a las leyes del mercado”... “Las grandes editoriales van asociadas a los medios de comunicación que tienen los críticos que apoyan determinadas obras”... “Las ocasiones se multiplican para ganar dinero, [salidas en TV, premios, ferias] y así se pervierte el gusto del público”. Podríamos también echar un vistazo a las afirmaciones de García Gual en “Sobre el descrédito de la Literatura”, publicado en 1999.
Me preocupa más este tipo de cosas que el asunto de los premios. Considero que los factores negocio, inmediatez, tráfico de influencias, etc. están pervirtiendo el mundo literario de modo mucho más profundo que en tiempos pasados.
[...]
3 comentarios:
! Qué gran artículo Enrique! Tú eres uno de los que con más conocimiento puede hablar de los premios, por ser participante en ocasiones, y jurado muchas veces.
Después de visitar tu blog, me puse a leer un libro de Hugh Honour sobre arte del S.XIX, y encontré allí una cita de Heinrich Füssli ( o Fuseli) que viene bastante al caso: " si el arte sigue los dictados de la moda, o los caprichos de un patrono, su disolución es inminente".
Ahí lo dejo, un abrazo grande desde Barcelona.
Rafa Banegas Cordero
Esto de los premios me recuerda un lema comunal agrario: la tierra para quien (se)la trabaja...
Y en la tierra ya se sabe: hay buenas tierras, regulares y peores.
Las hay de regadío y las hay de secano. Hay latifundios, minifundios...e incluso infundios. No sabría muy bien decir que es lo mejor de los premios y que es lo peor. Pero vamos, si no hubiera premios, como tu dices, que poca poesía - buena y mala - se publicaria...
Port
Por desgracia, sin premio, ninguna editorial te publica..., a no ser que se lo pagues...; a no ser que vea en ti, un potencial económico..., o si eres hij@ de...; o niet@ de...
Excelente artículo pero..., por desgracia, siempre hay un pero, ¿Verdad Enrique?.
A ver si nos volvemos a ver el lunes (si no has aparecido el 15 por Guadalajara, su feria del libro y sus ARRIVERSOS, donde estaremos, además, repartiendo a partir de las 19h, "versoscorazones".
Abrazos
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