LA
CABEZA QUE NO QUISO QUEDARSE EN ESPAÑA
He
tenido siempre una teoría: Que cuando los restos de Goya vinieron a España y se
descubrió que faltaba la cabeza, fue por un asunto de amor. Ahora estoy
cambiando de opinión. Me explico.
En
1888, seis décadas después del fallecimiento del sordo de Fuendetodos, se
exhumaron sus restos en el cementerio de Burdeos. La sorpresa fue mayúscula
cuando descubrieron que faltaba la cabeza.
Joaquín
Pereyra, cónsul español en la ciudad francesa, asombrado, telegrafió a sus
superiores diciendo "Esqueleto de Goya no tiene cráneo"; a lo que
contestaron desde el ministerio español: "Envíe Goya con cráneo o sin él".
Y así se vinieron los restos del ilustre baturro hasta su descanso eterno e
incompleto en San Antonio de la Florida, de Madrid.
Se
ha especulado mucho sobre este misterio. Se dijo que la cabeza podía hacer sido
sacada de la tumba para hacer algún estudio frenológico o incluso antes de
enterrarle, apuntando a que el mismo pintor autorizase a su amigo, el doctor
Jule Laffargue, que le quitase la cabeza para su análisis por parte de los
frenólogos. Esta hipótesis podría confirmarse tras las investigaciones sobre la
colección de cráneos y moldes del Museo de la Sociedad
Frenológica de París, que terminaron en el Museo Flaubert y de Historia de la
Medicina, donde andan diciendo que han descubierto la que corresponde al
pintor.
También se ha dicho que pudiera
haber terminado en manos del pintor asturiano Dionisio Fierros, autor del
cuadro de una calavera, que se conserva en el Museo Municipal de Zaragoza y que
tal vez pudo ser copiado del original, fragmentado
después por el hijo de Fierros cuando estudiaba medicina en Salamanca.
En fin estas y otras teorías
siempre palidecieron ante la mía: Que dado que en una exhumación de los restos
de la Duquesa de Alba se comprobó que le
faltaba un pie y puesto que Goya, enamorado sin duda de Cayetana, siempre había
elogiado la hermosura de los pies de la duquesa madrileña, es posible que en
alguna tumba secreta, la cabeza del pintor repose besando el pie de su amada
para toda la eternidad.
Pero ya digo que esta romántica
teoría la estoy sustituyendo ahora por otra, gracias a un sagaz comentario del
que fuera ministro de cultura, el poeta César Antonio Molina. Vaya por delante
que no me siento en sintonía con este señor ni siquiera como poeta, pero
reconozco que comparto lo que acaba de escribir en un artículo sobre la
miserable condición de los escritores y artistas ante la jubilación, provocada
por las ignorantes y tendenciosas políticas españolas tan poco amigas de la
cultura.
Ha dicho Molina hablando del nefasto
ministro de Cultura: "No sabe este buen hombre [el ministro Wert] que nuestro pintor [Goya] regresó
del exilio a su patria sin cabeza. ¡Por algo sería!"
Cabe esa posibilidad, claro que sí. Es posible que
Goya decidiera dejar su testa en cualquier lugar antes de devolverla a una
patria tan poco amable para la cabeza de sus intelectuales, artistas y
escritores.
Enrique Gracia Trinidad
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